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martes 19 de marzo de 2024 - Edición Nº1930

Entrevistas | 18 mar 2023

TUS RADIOS

“Los empresarios a veces terminamos teniendo actitudes miserables”

Con el trabajo como timón de su vida, el ingeniero naval Hugo Obregozo no dudó en criticar a quienes buscan la vida fácil. Como propietario del astillero “Aloncar SA” opinó sobre la dependencia agroexportadora de Puerto Quequén y la necesidad de diversificarlo, anticipó desde su empresa un avance que para la “industria naval en Necochea va a ser un antes y un después”.


Los empresarios a veces terminamos teniendo actitudes miserables”, suelta en su análisis el ingeniero naval Hugo Obregozo, que no duda en criticar a quienes buscan la vida fácil. Lo hace intentando correrse de su propia crítica, reflexionando sobre el presente y el futuro de su empresa, pero también de los trabajadores que emplea. Propietario del astillero “Aloncar SA”, donde antes funcionaba el astillero Vanoli en Puerto Quequén, busca aún ser profeta en su tierra en medio de la incertidumbre que siempre plantean las cambiantes reglas del juego económico nacional. “Me da pena que Argentina sea un país cortoplacista. Que manejemos las cosas a un año. Un empresario serio planifica las cosas a largo plazo y en Argentina no podes proyectar, es así, querela o dejala” y lamentó que “el objetivo de cualquier empresario es comprarse un campo para poder vivir de rentas. Eso me da mucha pena”. También, al respecto, entendió que toda la culpa no la tiene el poder político: “Es la sociedad, y dentro de esa sociedad, están los empresarios que a veces tenemos actitudes miserables, porque el bien nuestro prevalece sobre el bien común. Eso para mi es tener empatía, bregar por el bien común, ayudar al estado para que el estado tome medidas a largo plazo, pero generalmente el empresario juega a la política, hacen beneficencia, van a sacarse una foto. Esta bien que lo haga, pero hay que buscar el bien común antes del propio. Me incluyo, aunque me juzgarán otros”.

"Un empresario serio planifica las cosas a largo plazo y en Argentina no podes proyectar, es así, querela o dejala”


Obregozo expone su opinión lejos de un pedestal y sin estar aggiornado con diplomaturas. Lo hace desde su experiencia, con el trabajo como timón de su vida, y habiendo soportado reveses. “He vivido siempre en crisis, siempre queriendo crecer. Pude formar una sociedad con un marplatense al que hoy considero que es casi mi hermano y tengo un hijo que me secunda y está siguiendo mis pasos. Estoy extremadamente preocupado, soy temeroso porque vengo de haberme ido de Necochea como empresario armador. Y volví con el astillero. No sé si volví por la revancha, tal vez que si… me puedo dar ese gusto, ese lujo. Y quizás que volví por la revancha porque como armador me va excelente en Mar del Plata. Mi socio empresarialmente me reclama, pero el me acompaña con el desafío de hacer algo en Necochea. Hoy puedo decir que llegué a poner en funcionamiento el astillero pero viene una etapa de amesetamiento, donde uno se empieza a relajar. Yo ya llegué a donde quería.  Esa es la etapa que más miedo le tengo.  Ahora viene la lucha porque hay que afianzar el astillero”. El astillero se encuentra ubicado en el margen izquierdo del Río Quequén, en un predio que le permite atender buques de entre 18 y 30 metros, con un peso de hasta 200 toneladas.

"Vengo de haberme ido de Necochea como empresario armador. Y volví con el astillero. No sé si volví por la revancha, tal vez que si…"


“Ciudadano del mundo”
Así como algunos periodistas deportivos son deportistas frustrados, Hugo en vez de armar barcos, de chico soñaba con navegarlos. Curiosamente vio los navíos y a los puertos como una forma de cumplir su sueño de ser “ciudadano del mundo” aunque terminó abrazando luego un orgullo nacional que le hizo cambiar su mirada. “Yo no tenía el sentimiento patriota de argentino, no asumía la división de países, el mundo debía ser uno. Lo decía con la ingenuidad de esa época, que iba a andar por el mundo. Quería ser capitán de ultramar y navegar por los mundos”. Pero tras fallar en su objetivo de recibirse en la Escuela Nacional de Náutica y reconociendo que nunca había sido un buen estudiante, aceptó el desafío de estudiar ingeniería naval. “Siempre me gustaron los barcos. Me decían que no podía estudiar, que era muy vago. No sé si por revancha o por bronca, dije yo voy a ser ingeniero. Me dediqué a reparar barcos con mi padre que era torneo. Y después terminé siendo armador de barcos, ahí me desarrollé y lo sigo haciendo”, apuntó sobre la empresa que tiene tanto en Mar del Plata como en nuestra ciudad.

“Un antes y un después”
Sobre el análisis de la industria naval, agregó que si bien está botando naves y tiene trabajo, no está contento: “No. Estoy preocupado. Porque ahora hay que sostenerlo. Y Hugo solo no va a sostener la industria naval en Necochea, si no aparecen nuevos actores…eso me hace querer seguir avanzando.  Hoy la demanda de trabajo es mayor que la oferta… Por ejemplo, tenemos un barco con 40 metros de eslora, que no lo puedo levantar acá. Hace 60 días que lo tengo en Buenos Aires, en Tandanor, esperando para poder subirlo porque no había lugar, en Mar del plata no hay lugar… en Puerto Deseado no hay lugar..Esa es la demanda. Hoy triunfa el que tiene la posibilidad de atender a un cliente.  Pero quiero que triunfar cuando todos tengamos la misma oportunidad. El barco se va a reparar en el lugar donde es más confiable y más eficiente. Y ahí es donde apuntamos”. Y en ese contexto se animó a adelantar que “acabamos de importar unos equipos que nos permiten subir ese tipo de barcos… es un desafío muy grande que hemos emprendido. Y si lo logramos creo que en la industria naval en Necochea va a ser un antes y un después, porque va a duplicar nuestra capacidad de trabajo. No soy de las personas que promete, pero estoy muy ansioso”.

"Cualquier político que se jacte de tal, sabe que la diversificación es la base del desarrollo de las comunidades. No podemos depender de un recurso natural…"

Puerto Quequén
Obregozo también analizó el contexto de su empresa en Puerto Quequén. “Cuando me fui de Necochea, no entendía por qué. Estaba convencido que estábamos en el lugar justo, en un puerto con un potencial enorme. Y me tuve que ir y me quise informar”, compartió y a partir de allí analizó que “es difícil cuando hay una hegemonía, poder romperla. Puerto Quequén es un puerto netamente agroexportador. Dependiente de la exportación y se debe a esa actividad que genera un bienestar y riquezas a una parte de la comunidad, no a toda, pero a gran parte de la comunidad.  Me doy cuenta de que habiendo perdido la actividad, recuperarla es muy difícil. Pero sé también que cualquier político que se jacte de tal, sabe que la diversificación es la base del desarrollo de las comunidades. No podemos depender de un recurso natural… porque los que trabajan en forma directa se ven beneficiados, pero los que trabajan en forma indirecta, el común de la gente del puerto, el beneficio le llega muy minimizado, entonces se necesita que haya otras actividades. El año que viene habrá poco cereal por la sequía importante. Seguramente los que trabajan de forma directa con mucho volumen, con años de bonanza, podrán pasar el momento malo, pero el común de la gente va a sentir el golpe…Es muy difícil instalar la diversificación y sobre todo en una comunidad en la que se perdió… y en Argentina tenemos innumerables ejemplos de ese caso.  Y ahí tiene que estar el estado, porque el empresario solo, solo no lo voy a lograr… ojalá podamos revertir esto. Es un momento de coyuntura importante, porque hay una fuerte demanda”. 

“Hijo del Proceso”
A los 62 años, Hugo espera ese cambio porque sigue poniéndose objetivos: “Me gustaría ser pionero en mi tierra, no se si lo lograré, trabaje mucho y después me tuve que ir. Trabajé afuera y ahora volví. No sé dónde terminare, pero sé que mi vida va a terminar trabajando. Disfruto del trabajo. En mi vida me dediqué a trabajar fui un adicto al trabajo y por eso he perdido mucho, pero por suerte mis hijos no los he perdido, tengo mi familia. Mis amigos me dicen que hay que dedicarnos al placer y no trabajar tanto, pero qué problema hay si yo trabajo por placer”.  De alguna manera, entiende que el Proceso de Reorganización Nacional que vivió en su juventud lo marcó aunque no lo hubiese querido así y lo fue despojando de aquello de ser “ciudadano del mundo”. “No soy una persona viajada, no soy una persona instruida, no soy una persona que maneje muchos idiomas. Me terminé criando en la calle, tuve una vida muy austera y tenía ese protocolo del año 78: estudiar, tener una novia, terminar la Secundaria, recibirse y una vez que eso pasaba había que casarse con una chica de un nivel social que sea merecedora de formar una familia. Era todo una sociedad de prejuicio soy un típico hijo del proceso. De grande me empecé a despertar, empecé  a viajar por cuestiones de trabajo, conocí nuestra argentina, y dije qué lindo que extenso país y empecé a sentir orgullo de haber sido argentino, cosa que no había sentido nunca y empecé a darme cuenta como nos habían lavado la cabeza en un momento de la historia para dominar a una sociedad durante todo el Proceso militar, que me toco en mi juventud y lo sufrí de grande. Y dije ‘¿por qué buscar otro país?, ¿por qué las maravillas del mundo están en Europa?,  ¿por qué la historia es la historia de los ingleses o franceses y no de los incas o los mayas?’. Empecé a tener orgullo y amor propio, es lo que tengo y es lo que me hace crecer empresarialmente”. 
Mirando a futuro, Hugo compartió que “Con 62 años cumplidos, me queda poco tiempo para hacer todo lo que quiero. Sé que me queda poco en el carretel. Quisiera dejar esta actividad y seguir trabajando, pero darme el lujo de que si me equivoco, solamente se perjudica Hugo y no perjudicar atrás mío a un montón de trabajadores que han creído en mi y les debo mucho respeto”. 

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