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Música | 18 mar 2023

ESTACION K2

Lollapalooza 2023, día 1: calor, sorpresas y decepciones


Inconmensurable. Así es el Lollapalooza incluso si los ojos que miran la gigantesca escena festivalera ya han pasado previamente por lo que sucede cada marzo en el Hipódromo de San Isidro desde 2014 a esta parte (y con el 2020 pandémico como única excepción).

En su primera jornada, la octava edición del festival de música más grande de Argentina volvió a subrayar la afirmación anterior. Por tamaño del predio, por la magnitud de sus escenarios, por su programación de escala global y por el nivel de “manija” que carga buena parte del público que hace meses se aseguró su ticket. Y sobre todo por haberse constituido en una entidades con peso propio más allá de quienes pisen circunstancialmente sus escenarios.

Además, en un día en el que algunas decepciones fueron notorias entre los headliners (un show a medio camino de Drake, algunos notables problemas de sonido para Rosalía), la reunión de Tan Biónica en el concierto de Chano se llevó todas las miradas y los gritos de miles de fanáticos. Sin exagerar, fue el punto más alto a nivel emotivo de una programación en la que hubo de todo y para todos los gustos. Y más aún, varias sorpresas entre los sets de segundo y tercer orden en la escala de preferencias populares.

CALOR Y SÍNTOMAS DE LA CULTURA POP DE AQUÍ Y AHORA

El calor fue el denominador común de las primeras horas del festival. A la espera de los trenes que partían de la estación de Belgrano C (y no desde Retiro, cómo en otras ediciones, por arreglos en la terminal más céntrica), miles de adolescentes y adultos jóvenes se bañaron en transpiración antes de siquiera pisar San Isidro.

Ya en las inmediaciones del Hipódromo, una gran presencia de la policía (y fuerzas especiales) custodiaba el ingreso de las 100 mil personas que tenían su ticket, y que llegaron en las habituales oleadas propias de un día laboral. Primero con primacía del segmento más juvenil y lookeado para la ocasión. Y con el correr de las horas, con el añadido de familias y grupos de amigos que dieron cuenta de la transversalidad de públicos que ha logrado abarcar Lollapalooza en menos de una década.

Mientras la temperatura y el sol no daban tregua, los primeros artistas de la grilla tuvieron que combatir la variable climática. Allí estuvieron, entre otros, An Espil, Guillermo Beresñak, Silvestre y la Naranja y la cada vez más sólida Paz Carrara. Pero la confirmación llegó con Aurora y Young Micko, quienes en diferentes idiomas manifestaron lo mismo que sentía la concurrencia. “Estamos sudados todos juntos”, dijo la noruega desde el escenario Samsung. “Qué calor cabrón”, respondió la trapera boricua minutos después desde el Perry’s.

En paralelo a Villano Antillano -la también puertorriqueña que sacó provecho de su sesión con Bizarrap y confirmó pronto regreso-, Dante Spinetta fue otro de los artistas que tocaron bajo un sol abrasivo. El músico reemplazó a Willow en el escenario Flow y, acompañado de una banda a la altura de las circunstancias, dio cátedra de soul y funk con swing asimilado durante décadas.

Como si fuera poco, la participación de Trueno en su show fue un gesto de confirmación involuntaria: si hoy el hip hop es parte central de la cultura pop argentina, Illya Kuryaki & The Valderramas y el propio Dante son padrinos espirituales y guías estéticos de la cuestión.

Esa conexión intergeneracional enlazada por la doble H se terminó de concretar horas más tarde con la actuación del rapero de La Boca. Con una banda sólida con reminiscencias al último Kuryaki y un sonido rockero equivalente a una patada en el pecho, Trueno se comió el segundo escenario con un repaso de sus dos primeros discos.

Además, fue el encargado de encender el pogo con un repertorio que ya tiene varios hits en su haber como Dance Crip, Fuck el police, SangríaBien o malPanamá o Atrevido. Por supuesto, también hubo lugar para el freestyle y se destacaron especialmente las visuales que acompañaron el show. Consagratorio, si es que hacía falta reconfirmarlo.

Trueno dio un show consagratorio en el Lollapalooza. (Prensa Lollapalooza).
Trueno dio un show consagratorio en el Lollapalooza. (Prensa Lollapalooza).

GIRL POWER, GARANTIZADO

Aunque antes del comienzo de Trueno se produjo otro éxodo masivo desde el escenario Flow al Samsung, Tove Lo fue una de las mayores ovacionadas de esta primera jornada. La sueca bancó los trapos con el sol en la frente en el escenario Flow y contagió palmas en su hit Habits (Stay High), pero además se mostró como una frontwoman solvente y desprejuiciada, con exhibicionismo incluido en Talking Body (tema en el que suele mostrar sus pechos) y una malla enteriza con mucha piel descubierta que da cuenta de su actitud arrolladora sobre las tablas.

Y si de actitud se habla, Marilina Bertoldi volvió a recordar que el rock, aunque minoritario en la actual propuesta del Lollapalooza, sigue presente. La santafesina arrolló con su sonido de guitarras al borde de la descarga eléctrica y dio una clase de presencia escénica y magnetismo.

Lo único que conspiró contra una de las referentes de la militancia feminista en la música a nivel nacional fue la superposición de shows de Danny Ocean (en el Perry’s) y el esperado concierto de Chano, que terminó con reunión de Tan Biónica (con cuenta regresiva incluida) y la confirmación de “una última noche mágica” en un estadio porteño a definir.

Tras ese emotivo momento en el que la banda volvió a tocar cuatro canciones tras varios años de silencio público, Rosalía se adueñó del escenario Samsung y desplegó un show de vanguardia que seguirá dando que hablar durante años. Lamentablemente, hubo notorios problemas con el sonido y el público se hizo sentir para expresar la falta de volumen. Pese a todo, la catalana volvió a mostrar su cariño por Argentina (le gritaron “que se quede” y ella misma hizo alusión a la Rosalía de Fabián Show) y se despachó con una versión a capela de Hentai algo opacada por el eco lejano del Perry’s.

Pese a los problemas en el sonido, Rosalía demostró que su último show es de vanguardia. (Prensa Lollapalooza).
Pese a los problemas en el sonido, Rosalía demostró que su último show es de vanguardia. (Prensa Lollapalooza).

Aunque el show de Motomami parece diseñado para recintos cerrados, lo que se vio en las pantallas certificó que la artista catalana juega en otras ligas respecto a muchos de sus colegas y además tiene un encanto magnético a la hora de cantar y de dirigirse al público. Antes de Malamente, además, recordó cómo la coreó el público en 2019, cuando inició la gira de su disco El mal querer en el mismo festival.

Una jugadora de toda la cancha que emociona, hace reír, baila con precisión milimétrica y subvierte cualquier lugar común a la hora de pensar en cómo debe ser un show.

El calor de las llamaradas de fuego lanzadas en el show de Drake se hizo sentir incluso bien lejos del escenario. (Prensa Lollapalooza).
El calor de las llamaradas de fuego lanzadas en el show de Drake se hizo sentir incluso bien lejos del escenario. (Prensa Lollapalooza).

En el extremo opuesto, Drake cerró el escenario Flow en su primera visita al país, dato que fue repetido varias veces por el canadiense, que arengó hasta el cansancio a un público que a esa altura ya evidenciaba su cansancio.

Más allá de hits como Hotline Bling (que sólo fue replicado en parte) o Work, o de su inesperada referencia mundialista con Muchachos o la Copa del Mundo proyectada en la pantalla principal, el saldo no fue de lo más positivo para el artista.

Media hora antes de lo pautado, Drake se despidió con promesa de regreso y dejó sabor a poco por su sola presencia en un escenario, que le quedó inmenso más allá de la puesta visual, el humo y el fuego que funcionaron como condimentos de un concierto insípido.

Drake, de lo más flojo en términos de propuesta artística. (Prensa Lollapalooza).
Drake, de lo más flojo en términos de propuesta artística. (Prensa Lollapalooza).

Mientras Armin Van Buuren desataba la fiesta de graves y trance en el Samsung, buena parte del público comenzó la retirada. Había que guardar energía para los dos días siguientes y a esa altura, tras casi 12 horas de programación, buena parte de los asistentes lo habían dejado todo en el verde césped del Hipódromo de San Isidro. Mientras tanto, Lollapalooza no para de crecer: ya es un monstruo grande, que pisa cada vez más fuerte.

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