Entrevistas | 23 sep 2024
RIVADAVIA
Hugo Varela: “Soy amigote de cartoneros y negocio con ellos por los materiales para fabricar mis instrumentos”
El multifacético humorista, luthier, músico y cantautor conversó en Íntimamente con Alejandra Rubio de su vida, su historia y de cómo a lo largo de su carrera ha profundizado en el arte del humor con la fabricación de originales instrumentos musicales hechos por el mismo con objetos de la vida cotidiana. El gran Juan Alberto Badía lo desafío en su programa de televisión, Badía & Cía, a crear semanalmente un nuevo instrumento y aprender a tocarlo; así consiguió que lo conociera el país y conquistó al público de toda Latinoamérica y Estados Unidos. Con respecto a como arma hoy sus raros instrumentos, aseguró: “Soy medio amigote de cartoneros que pasan por enfrente de mi casa. Soy juntador de objetos y tengo una gran valorización por quienes hacen este el trabajo de juntar cosas para sobrevivir. Con cosas, ya inútiles, que he comprado, he fabricado instrumentos rarísimos. El haber estudiado arquitectura me ayudó muchísimo en mi inventiva, con cualquier cosa quiero hacer un instrumento. He hecho una sartén a cuerdas, una pierna violín, un bomboneón, un ventilador a cuerda, un contrabajo lavarropas y muchísimos más. Los cartoneros del barrio ya me conocen y pasan seguido a ofrecerme cosas.” Relató el artista internacional, único en su "especie”, que trabaja en el humor hace más de 50 años.
Hugo Ernesto Varela, tal es su nombre completo, nació el 16 de septiembre de 1946, en la ciudad de San Francisco, en la provincia de Córdoba: “Soy cordobés. Nací en un chalecito chiquito que tenía mi abuela. Me contaron que mis viejos por esa época Vivian en Río Negro, viajaron a Córdoba y ahí nací. Podría haber sido sureño, pero soy bien cordobés. No sé cuánto tiempo nos quedamos ahí, porque mis viejos se mudaban constantemente. Pasamos por muchos barrios y a 7 u 8 años nos mudamos a San Francisco en Córdoba, casi al límite con Santa Fe, una colonia de piamonteses y ahí nos quedamos hasta mis 18 años. Mi adolescencia la pasé ahí. Pase una infancia hermosa en ese lugar, teníamos muchas plantas, árboles y hasta un tero de mascota. Ahí tenía mi barrita de amigos y es el primer lugar donde comencé a fabricar mis juguetes. Hacia escudos, espadas y armábamos historias. También desde los tradicionales barriletes hasta autos con masilla que los arrastrábamos con una cuerda. Carritos con rulemanes peligrosísimos. De ahí derivaron los skate y todas esas cosas. Mi familia estaba compuesta por mi madre, mi padre y mi hermana que es un año mayor que yo, vive en Tucumán y tiene cinco hijos. Con mi hermana jugábamos mucho. Hacíamos obritas de teatro, fabricábamos títeres… Con los años, cuando me vine a Buenos Aires, utilicé todo eso que había aprendido de chico y empecé a hacer títeres raros con unos mates para vender y sobrevivir en la ciudad.”
“Mi mamá siempre tuvo un humor sorprendente y era profesora superior de bellas artes. Yo desde muy chico dibujaba muy bien. Mi padre, fue un enólogo sanjuanino que cantaba y tocaba la guitarra. Siempre trabajaba con cosas que tenían que ver con la agricultura y ganadería, andaba dando vuelta por los campos y viajaba mucho. También era bastante artesano porque construía esos aviones grandes que se hacían de madera balsa, moldeados con hojitas de afeitar. Así que crecí entre bastidores, telas, dibujos y escuchando música, mayormente folklórica. Mi viejo, que como te dije, tocaba un poco la guitarra y cantaba, me enseñó los primeros acordes. Empecé a tocar con una guitarrita chiquita. No sé si ya en esa época hacía algunas monerías como para hacer reír a la gente. De eso tuve conciencia más adelante. A mi papá le gustaba mucho la poesía: cuando era chico me leía el Martín Fierro y yo me empecé a emparentar con este lenguaje folklórico y me empezó a gustar la poesía, la métrica y la rima. No había problema con mis deseos y mis gustos. Pero, cuando crecí, también querían que hiciera una carrera universitaria. Y me metí a estudiar arquitectura. Al mismo tiempo estudiaba música teatro y mimo. En todo lo que hacía aparecía el humor, que siempre fue el lenguaje con el que me sentí más cómodo. Las coplas que me cantaba mi viejo y la influencia de cierta picaresca española fueron muy importantes para mí. El tango y el bolero también. Después el vivir en Córdoba, donde el absurdo es moneda corriente, también me ayudo a formarme. Mi familia quería que fuese arquitecto, que esto fuera solo un hobby, pero cuando decidimos separarnos del grupo y mi hijo Lucas ya estaba en camino, decidí que esto era lo que me hacía feliz y me jugué por entero. Me podría haber ido muy mal, pero hubiese tenido la certeza que lo había intentado. Gracias al público y su aceptación, hice una carrera que disfruto hasta hoy." Recordó el multifacético artista.
En cuanto a su infancia, el artistita agregó: “De chico yo me sentía diferente a los otros chicos. No anormal, pero que tenía otros gustos, inquietudes diferentes, pero siempre tratando de conectarme con los otros, con los amigos. No jugaba solo, no me escondía, salía con ellos. Jugaba al futbol, pero más que el talentoso, era el gracioso del grupo. En mí ya estaba el mirar las cosas de otra manera, el observar cosas que otros no observan. Ahora, haciendo un salto en la historia, estoy trabajando mucho con el tema de la creatividad en general y con la fantasía de escribir algo al respecto. Hablar de los procesos creativos, ya que yo he andado por tantos costados… la creatividad corporal, la del dibujo, la oral del teatro, con la música, la de los instrumentos… Hablar de los diferentes costados donde interviene la creatividad, los diferentes mecanismos para desarrollarla. Ya empecé a escribir unos apuntes y estoy muy entusiasmado con el tema del libro. Ya hice encuentro en universidades sobre el tema y es muy interesante. A quienes deciden crear, muchas veces, les pasa que se estancan y yo este encuentro a charla lo titule ‘No se me ocurre nada’ Una frase muy común entre los creativos.”
“Mi fijación por los instrumentos raros viene de un circo. Un día fuimos a ver uno y vi un payaso que hacía de hombre orquesta. Esos que tocaban montones de instrumentos a la vez. Un bombo con la espalda, unos platillos con las rodillas, un acordeón… un montón de cosas y a mí me fascinó y me marcó. Llegué a mi casa y empecé con una guitarrita que tenía y unas ollas a tratar de tocar todo junto. Ese fue el comienzo, porque después se ve que me quedó grabada en algún lugar del cerebro esta historia y comencé a hacer instrumentos. Lo primero que hice fue un adaptador en la guitarra que le hice unos tirantes como cuerdas para rasgar la guitarra con los pies. Delirios que tenía jajaja. Con los años seguí haciendo instrumentos y me sirvió mucho haber hecho hasta cuarto año de arquitectura para diseñarlos y ver realmente la forma de hacerlos funcionar. También trabajé de proyectista para varios estudios de arquitectura, esto me permitió una capacidad de generar varios proyectos de diseños a la vez.” Aseguró el músico.
Hugo transcurrió su infancia cantando y actuando en fiestas escolares, tratando de que sean menos “aburridas”. Hizo obras de títeres, estuvo en coros, integró conjuntos folklóricos (Los Horizontes). A los 16 años integró un grupo de rock (Los Teen Dover´s) y grabó sus primeros discos como autor intérprete: “En la adolescencia mi arma de seducción fue la guitarra. La guitarra fue un elemento muy necesario para mí en todo sentido. Cantaba las canciones de moda, hacia imitaciones… Imitaba a los profesores, a Sandro y a Rafael en el colegio. A esa edad empezaron a aparecer las canciones humorísticas picaras. En aquel momento tuve un grupo folklórico ‘Los cuatro Horizontes’ y a los 16 años un grupo de rock, Los Teen Dover´s. Eran canciones bailables las que hacíamos, porque en aquella época la gente se juntaba para bailar. Traducíamos algunos temas de rock al castellano. Después también arme un conjuntito de boleros y después ya llegué a la ciudad de Córdoba, donde empecé a estudiar arquitectura. Ahí el día que llegue a la facultad con mi guitarra (que llevaba a todos lados) me ve un tipito y me ofrece tocan en un trio temas de tango de Piazzola. Piazzola en aquel momento era un total desconocido. Yo le conteste que no tocaba por música, que solo lo hacía de oído. A él no le importó y me dejó un montón de partituras. Después me dejaban lo mismo grabado, yo lo sacaba de oído y llegamos a formar un trio de tango e vanguardia. En la facultad también me puse de novio con una señorita que estaba haciendo teatro, entonces me pidió que la acompañara un día a una clase, fui y quedé maravillado. Me dije: ‘Esto es lo mío. Lo que toda mi vida desee’ Y a partir de ahí comencé a estudiar teatro, sin abandonar la arquitectura. En aquella época ya veían que yo gesticulaba mucho y me dijeron que me veían mucha pasta para mimo. Ahí comencé a estudiar tres años con Ángel Elisondo, un copo del mimo en Argentina. Ahí superé todos los complejos con mi cuerpo. No podía creer como aquel chico tímido que había llegado de San Francisco, estuviese frente al público a sala llena en el teatro San Martin, con una mallita ajustada y no me paralizara. Evidentemente era mi vocación. Yo no dejaba de estudiar. También estudie expresión corporal, pantomima, canto… en ese momento eran todas cosas individuales que no pensé que en algún momento las iba a juntar.”
Se recibió de Maestro Normal Nacional. Luego, comenzó la carrera universitaria de Arquitectura en Córdoba, estudios que continuó en Buenos Aires, donde se estableció definitivamente. Paralelamente, realizó estudios de teatro, mimo, pantomima y expresión corporal. Retomó el teatro y abrió, junto con otros artistas amigos, un café concert llamado "El Grillo Afónico", en Villa Gesell. Allí comenzó a componer sketch y canciones humorísticas. Estrenó junto a “El Grillo” un espectáculo humorístico con excelentes críticas y, pese al éxito, el grupo se desarma. Nace su hijo Lucas y, cuando muchos pensaban que tenía que abandonar su carrera artística para darle seguridad a su familia, abandonó arquitectura, se la jugó y... se dedicó de lleno al humor como solista: “Yo estaba en pareja y llega Lucas, nuestro hijo buscado. Ahí fue un cambio en mi cabeza importante. Tenía generar trabajo con continuidad. Yo por aquel momento tenía un montón de trabajitos: Diseñaba short de baño para un turco, tenía alumnitos de nociones de guitarra y canto, tenía un grupito de mimos… Y, entre todas esas actividades, armaba una especie de sueldo. Cuando todos pensaban que, con la llegada de mi hijo, iba a conseguir un trabajo de oficina, un trabajo fijo que me dé una estabilidad económica. Decidí dejar todo y dedicarme de lleno al humor. Una decisión totalmente audaz. Todos me decían: ‘¡Como vas a largar arquitectura en cuarto año y con un hijo que mantener?’ No importo nada y lo hice. Ahí mismo empecé a armar una especie de rutina con algunas canciones que tenía, algunos sketch y empecé a armar una cosa rarísima y a buscar trabajo. Iba a Pub, Restaurant Concert, lugares donde hubiera escenario y contrataran artistas; que había muchos en esa época. Me hacía pasar por mi representante, en realidad decía que era el representante de Hugo Varela y obvio que yo no tenía ningún representante. Fui casi pegando laburos hasta que me voy una semanita a Villa Gesell, me encuentro con un conocido, le comento que ahora me dedicaba al humor y él me dice que ahí había un boliche que hacían shows y que el dueño estaba desesperado porque el artista que iba hacer los shows finalmente no venía y no tenían a nadie. Me fui corriendo con la guitarrita, habría 20 personas y el dueño me dice: ’Subite al escenario y hace lo tuyo’. Él nunca se enteró que era la primera vez que yo hacía algo de humor solo. Y como estaba muy dubitativo y tímido, subí con un personaje que tuviera esas características. Miraba para un lado, para el otro… muy sobreactuado, estilo mimo… y la gente se empezó a reír de ese personaje, que era un perdedor total. Funcionó y el dueño me contrató para que estuviese todos los días. Lo que me pagaba me servía para alquilarme algo chiquito en Villa Gesell y ese fue mi primer laburo como humorista. Por las casualidades del destino. Un día, a ese lugar, llegó uno de los dueños de un boliche en Buenos Aires que me había hecho ir más de cinco veces para ver si me contrataba y nunca me había atendido. Me vio ahí y cuando bajé del escenario, me pidió disculpas que no me había atendido, y me dijo que le gustaba mucho lo que hacía y quería contratarme para hacer temporada en Buenos Aires. Entonces en marzo terminé la temporada en Villa Gesell y ya tenía trabajo en Buenos Aires. Con lo que ganaba podía pagar el alquiler de un departamento y tener una cierta estabilidad. A pesar de los malos augurios de todos, el dejar todo para dedicarme al humor, me sirvió. Me empezó a ir muy bien y de ahí no paré más.”
“La tele llegó primero con ‘Calabromas’. Estaba un productor, Cacho Vilar, que me vio en un Pub ‘En el Cerrojo del Juglar’ tocando uno de mis instrumentos rarísimos y me ofreció llevarme a con Calabró. Fui como invitado e hice una canción. Después fue Néstor Fabián, mi padrino televisivo, que me vio en ‘La Viscachera’ y me dijo directamente vamos este domingo a ‘Domingos para la Juventud’. Gusto, los chicos se engancharon mucho con mi personaje y estuve varios meses ahí. Esa fue mi largada televisiva. Después vino todo lo demás. Al tiempo llegó Badía y compañía...Tengo los mejores recuerdos de Juan Alberto, él fue muy importante para mi auto exigencia y ganar popularidad. Todos los sábados me desafiaba a construir un instrumento distinto, a partir de una manguera, una madera o lo que fuera, que debía llevar terminado la semana siguiente. Gracias a él, el público esperaba cada sábado mi participación. Era un programa en vivo, ómnibus y yo cada semana tenía que hacer canciones nuevas, instrumentos, artefactos y todos los domingos presentar una novedad. Era una exigencia tremenda. No podía crear varios y tenerlos como backup, porque Juan Alberto cada domingo me sorprendía dándome algún material con el que quería que armase el instrumento para la próxima semana. No era solamente crear un nuevo instrumento con ese material, una nueva canción que fuera graciosa, sino también aprender a tocar ese instrumento que había inventado."
Hugo Varela actuó en toda Latinoamérica, Estados Unidos y Australia. A lo largo de su carrera ha ganado innumerables premios nacionales e internacionales… Incluso lleva “El Galardón" el haber conquistado a EL MONSTRUO (el público más difícil del mundo) el del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, donde obtuvo los premios Antorcha de Plata y Antorcha de Oro, los máximos galardones del festival internacional chileno: “Mi amor con el público chileno empezó cuando empezaron a invitarme a sus programas de televisión. Ahí también empecé a llevar mis instrumentos y de movida gusto mucho lo que yo hacía allá. Me continuaban invitado y en el mes iba dos o tres veces a los mismos programas y ya me consideraban como un humorista de la casa. Eso me dio la cosa popular, el cariño de la gente. Al argentino lo ven como agrandado, canchero, pero mi personaje de tímido y desorientado les gustó muchísimo y le tomaron cariñó. La primera vez que fui al Festival de Viña del Mar, el escenario era gigantesco. Yo le pedí a un asistente chileno que estaba ahí, que me llevara a la mitad del escenario agarrado de los hombros, como empujándome, y yo iba con las piernas para adelante como que no quería entrar. Como que el tipo me obligaba a actuar. Como que yo tenía un miedo espantoso de estar ahí. Y eso gustó muchísimo. Como este tipito nos tiene un miedo terrible. Después, siempre con timidez, intente que el público cantara conmigo ‘La flauta de Bartolo’ en distintos idiomas. Yo decía algunas pavadas y ellos debían repetirlas. Algo muy infantil y con eso comenzaron a engancharse y participar. Ganar la antorcha de plata fue muy emocionante, porque eso lo elige el público. No hay nada armado, es muy espontaneo. Ahí es el público que te pide o te raja. Cuando yo hago el último tema, saludo y me voy. El público empezó a gritar: ‘¡Antorcha, antorcha…!’. Eran miles y miles y miles gritando: ‘¡Antorcha, antorcha!...’ Entonces vuelvo, canto un tema más y me voy. La gente siguió pidiendo: ‘¡Antorcha, antorcha!...’ Entonces me entregaron la antorcha de oro y la gente seguía pidiendo. De ahí en más, mi relación con el público chileno fue idílica hasta hoy.” Concluyó el cómico, que supo conquistar el público chileno obteniendo varias Antorchas en años sucesivos en el Festival de Viña del Mar.
A lo largo de su carrera profundizó en el arte del humor, siempre se caracterizó por su creatividad, comunicación con el público, la fabricación de originales instrumentos musicales hechos por el mismo y su estilo realmente único. Trabajó en cine junto a Olmedo, Porcel y otros grandes; en TV se vio desafiado con cada programa de Badía & Cía que le abrieron puertas en otras participaciones televisivas y lo “obligó” a crear cientos de instrumentos. Conquistó el público directo, primero en Pub y pequeños lugares, luego en el teatro, shows y festivales de toda Argentina. Actuó en toda Latinoamérica, Estados Unidos y Australia en sus más de 50 años de carrera y hoy se encuentra más vigente que nunca llevando su humor a todo el país. Un artista único, con un humor sin fecha de vencimiento.