

Ponerse frente a una hoja en blanco puede ser para muchos un desafío tan grande como escalar una montaña. En este mundo cada vez más prefabricado en el que vivimos, entre pantallas y entretenimiento on demand, a veces nos incomoda la libertad de ser y estar con nosotros mismos. Ser creativo puede ser innato pero también se aprende y se trabaja. Para la profesora de artes visuales Ana Clara Parriego, incentivar la creatividad y las expresiones artísticas es parte de las satisfacciones del camino elegido y que lleva adelante desde hace 18 años al frente del Taller de Expresión Plástica Infantil “El Jinete Azul”: “Creemos que tenemos una meta, que es ganarle a la tecno. No le vamos a ganar la batalla, que no la doy por perdida, pero si empatada. Aun podemos abrir un taller y tener chicos que vayan a pintar. Tenemos que volver al trabajo sin una pantalla de por medio, más que nada en los chicos. Si bien son herramientas re importantes, como el dibujo digital -que lo hace mi hijo-, pero también hay que volver a lo más simple, al lápiz, a una hoja. Hoy no hay chicos aburridos, siempre estamos llenando el espacio para que haga algo, le damos la tele, la pantalla. A mi me pasa como mamá. Tengo que frenarlo y creo que la plástica va ahí. Le das una herramienta que en el día de mañana, no importa lo que seas pero que sean creativo te da un plus en la vida. Un intendente creativo, un médico creativo, una abogada creativa, una artista plástica más creativa aun … una madre creativa, lo que sea… tener creación, es que algo que no te lo da otra cosa…Podés cambiar lo que sea siendo creativo”, enfatizó.
Primarios
Ana Clara habla hasta por propia experiencia. Por esa creatividad que se despertó en alguna clase de plástica en la Secundaria y hasta se animó a negar. “Yo quería estudiar neonatología…nada que ver… después que tuve a mi hijo en la ‘neo’ mucho tiempo, me di cuenta que no podía haber hecho esa carrera. Cuando estaba en la Secundaria tenía una profe que veía mis trabajos de arte, en la hora de plástica, y me decía ‘vos tenes que seguir artes visuales’… yo decía ‘no, ni loca, no es para mi’. Pero cuando llegó el momento que tenía que estudiar, me acordé de esta profesora y fui a artes visuales en la Escuela 500 (la Escuela Provincial de Artes Orillas del Quequén). Fue un amor a primera vista. Esa profesora era Marina Rosso y se lo dije después de mucho tiempo, siendo yo directora del Jardín de su nieto. Ahí te das cuenta de qué importante es la voz de un adulto cuando estas perdido, cuando no sabes qué va a ser de vos. Me pienso adolescentes y veo a los adolescentes de ahora y me encantan, me parecen geniales. Creo mucho en los jóvenes de hoy y me parece que tienen mucha más apertura mental en muchas cosas que quizás nosotros lo fuimos haciendo de grandes”.
En lo personal, admitió que, aunque le encanta dibujar, canaliza el arte en otras expresiones: “Me gusta escribir, me gusta mucho danzar…es algo que tengo en mi grupo de mujeres hacia un camino consciente con “Mujer Loba”. Ahí encontré algo que tiene que ver con el arte, con la expresión, la búsqueda de un ser mujer con libertad”.
"El arte es deseo. Hay que ir tras él. Si hay una hoja en blanco, y a uno le dan ganas, hay que probar”.
Secundarios
Profundizando en ese ser creativo, entendió que “el arte es deseo. Hay que ir tras él. Si hay una hoja en blanco, y a uno le dan ganas, hay que probar”. Y en momentos en que la Educación se plantea que elimina la repitencia en la Secundaria, se atrevió a exponer que “La frustración está mal vista y para mi la frustración es lo que nos lleva a despertarte, a querer volver a empezar. Yo tuve miles de frustraciones, momentos malos que dije qué me paso. Y gracias a eso desperté. Me tuve que esforzar para hacer más cosas y mejores cosas, por seguir adelante. Creo que los chicos se tienen que frustrar para saber que eso puede pasar. No vas a hacer las cosas 10 puntos. Te puede salir un 5 o un 1”.
La búsqueda de no frustrar especialmente a los chicos también está puesta en darles la libertad de elegir qué quieren hacer. “En la infancia hay que escuchar, acompañar...llevarlos a taller, a danza o a lo que quieran. Y para los adultos hay que animarse, nunca es tarde para aprender lo que quieras. Un taller es un espacio que te haga bien, estar pleno, descubrirte a vos en tantas cosas y que a veces no nos damos ese tiempo. Es maravilloso lo que puede pasar”. Y remarcó la necesidad de que haya más materias creativas en la educación pública: “Tiene que haber más, todo lo que se pueda. Hoy hay carreras de expresión corporal, hay teatro, plástica, es maravilloso. (El arte) es tan importante como matemática…”
"La frustración está mal vista y para mi la frustración es lo que nos lleva a despertarte, a querer volver a empezar"
Terciarios
Desde el “Jinete Azul”, Parriego encontró el espacio para cambiar las cosas. Y aunque entendió que “vivir del arte es difícil”, brota felicidad de sus palabras por el camino recorrido: “Cuando estudié toda la carrera yo quería tener un taller de arte para chicos, y más transcurría la carrera, más me veía ahí. Creo que llegué a lo que me imaginaba. Son 18 años del “Jinete Azul”, son un montón, hicimos de todo. Cuando abrimos, siento que se estaba esperando que haya un espacio así. Esta bueno, el deporte, la escuela, guitarra, piano… y llevarlos a plástica fue como una apertura mental creo yo, desde lo psicológico. Los chicos tenían otras conductas y otras necesidades, había como todo lo psicopedagógico, que vaya algún lugar para poder expresarse, y creo que también los medios de comunicación nos dieron la apertura para saber que algo más pasa, más allá de lo conocido. Y creo que fue como una puerta que se abrió y tampoco lo esperábamos. Tener tantos alumnos en tan poco tiempo, que sea un lugar de disfrute”.
Y a veces las mayores satisfacciones no pasan por la obra terminada sino por las horas con el pincel. “Había chicos que venían con stress y empezaban a pintar y se dormían, porque los relajaba... o chicos que eran hiperactivos y ahí era un rato de tranquilidad de estar con él o con otros. He dado talleres para muchos, a veces hasta 100 chicos en un mismo momento, y siempre cuando sacamos la pintura, se calmaba todo el mundo… sacas pintura y todos entran en una conexión hermosa. Con el interior de uno, con lo que te pasa, empezás a pintar y es de mucho disfrute, tiene algo la técnica, los colores, el pincel, algo pasa…”
Con el tiempo, con el paso de las generaciones, también Ana Clara tuvo la satisfacción de encontrarse con alumnos ya de adultos, llevando a sus propios hijos al “Jinete” o bien poniéndole “arte” al día a día. “Tengo contacto con muchos egresados, nos seguimos escribiendo y a mi me genera mucha emoción. Los que siguieron la misma carrera, artes visuales o diseño gráfico… algo que tenga que ver con la artes. O que te llegue un mensaje que diga ‘profe’ acá tuve mi primer parto, esto también es un arte y sea alguien que se recibió de médico y estaba realizando su primer parto. O que te digan estoy en México, en la casa de Frida Kahlo y me estoy acordando de vos… el arte tiene eso, de conectarte con la persona. Hay chicos que viene con el arte incluido, como el que tiene buen oído (para la música). El arte brota pero también se aprende, se estudia”. De alguna manera para ella es cerrar un círculo, sembrando esa semilla del arte en los demás. Como cuando ella descreía siendo joven en la clase de plástica y alguien la invitó a este mundo que hoy tanto disfruta.
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