

Fue tan intempestivo para ella como sorpresivo lo fue para su familia, a la que le avisó que se iba a vivir a Qatar una semana antes de emprender el vuelo. “Un domingo inventé un festejo de cumpleaños para tener a todos reunidos. Lo conté cuando ya tenía todo resuelto, tenía la oferta de trabajo y había firmado todo”, relata Camila Pastrello, de apenas 29 años, pero que desde los 15 trabaja entrenando categorías formativas de básquetbol en nuestra ciudad. Recién retornada, compartió su experiencia laboral durante tres meses en una academia de básquetbol en Doha. Aunque la tentación de quedarse en tierras árabes era grande, optó por regresar y continuar su proyecto formativo en el Club Rivadavia.
Siempre inquieta por nuevas experiencias en el básquetbol, como cuando viajó a los Juegos Olímpicos de Rio 2016 o integró el plantel de logística del FIBA Américas Sub-16 femenino en Buenos Aires en 2017, esta vez la oportunidad qatarí le llegó sin buscarla. “Durante varios años tuve la idea de tener la experiencia como entrenadora fuera del país. Estuve muy cerca de concretar, pero después vino la pandemia y se cortó. Y fue como que di por cerrada esa etapa. Y este año no busqué la oportunidad para nada. Estaba muy bien acá trabajando en Rivadavia y proyectando para esta parte del año que empiezan los provinciales. Me llegó un día un mensaje de un entrenador de Peñarol de Mar del Plata para contarme que en una academia estaban buscando, que le habían pedido a él si tenía a alguien para recomendar. Como él ponía su nombre, quería a alguien de confianza. Tuvimos un primer intercambio y de enfrentarnos, él como entrenador, sin conocernos, dijo que por cómo nos presentábamos en la cancha quedaban expuestas un montón de cuestiones y que eso le daba la confianza. Y si me interesaba podía recomendarme. En un primer momento dije que sí y no conté absolutamente nada. Y al tiempo me contactaron de la academia, intercambiamos en un par entrevistas sobre lo que necesitaban y como era el formato de básquet allá”.
Profesional
Camila se animó a viajar sola, sin más herramientas de sociabilidad que un inglés fluido y el basquet. Y la experiencia no pudo ser mejor: “Tuve el privilegio de vivir el día a día de una entrenadora profesional, que acá es imposible”, reflexionó sobre su realidad en Necochea y los desafíos del deporte amateur en la Argentina. “Allá tenía un contrato full time, tenía el alojamiento y las necesidades cubiertas. No tenía preocupaciones de este tipo (por las económicas). El tiempo que no estaba en el entrenamiento podía estar en mi casa preparando las clases o haciendo una clínica virtual…eso fue lo máximo. Lo que más disfruté fue poder dedicarle el tiempo (al basquet), porque las ganas no faltan. Pero acá se complica. Trabajo de profe de inglés en las escuelas, mañana y tarde, y de ahí vas al club, los fines de semana a full… se hace hasta lo imposible, pero no alcanza (el tiempo)”, contó Camila que durante su estancia en Doha estuvo al frente de todas las categorías de la academia, entrenando chicas desde los 3 a los 35 años, con todas las herramientas y espacios necesarios disponibles, y acompañada por una asistente personal a disposición de lo que necesitara.
“Había leído pavadas como que no se podía tomar mate o andar con hombros descubiertos, y me fui preparada para eso. Armé la valija pensando en eso y después allá tuve que comprar ropa porque no era tan así… y hacía mucho calor. Me sorprendió para bien, en ese sentido”
Un mapa en la clase
En un país tan alejado de nuestras costumbres occidentales, lo diferente de la experiencia no estuvo sólo en lo deportivo. Advertida por familiares y amigos sobre las restricciones que en países musulmanes se les impone a las mujeres para mostrar su piel en lugares públicos, reconoció que la realidad fue otra: “Había leído pavadas como que no se podía tomar mate o andar con hombros descubiertos, y me fui preparada para eso. Armé la valija pensando en eso y después allá tuve que comprar ropa porque no era tan así… y hacía mucho calor. Me sorprendió para bien, en ese sentido”. Lejos de experimentar nuevos sabores en la cocina, reconoció que “tres de cada seis comidas las pasé en McDonald’s”. Sin embargo, descubrió el “Karak”, una especie de té con crema azucarado, cuyos sobres de preparación instantánea llenaron su valija al regreso. “Me encantó, lo toman siempre y me la pasaba tomando”.
A la hora de dar clases, en un básquetbol femenino netamente recreativo, compartió que “nos unía el inglés…me volví y de árabe no sé decir ni hola. Allá la Primaria es en inglés, salvo las materias religiosas que son en árabe. Me pude sentir cómoda con eso. Tenía jugadoras de Serbia, Jordania, Estados Unidos, China, Italia, Turquía…de todos lados, muchas hijas de inmigrantes”. Para contar su origen argentino, Camila recurrió a la reconocible referencia de Messi pero se encontró con una sorpresiva respuesta: “Me preguntaban en qué parte de Europa quedaba Argentina…pensé ‘no me voy a gastar en explicar dónde queda Necochea…el último día les di a todas pins con la bandera argentina”, compartió algo resignada pero con la esperanza de haber dejado una enseñanza más.
Claro que no era la única argentina en Qatar, un país que desde hace años ha abierto las puertas y más aún en vísperas del Mundial de fútbol de la FIFA. “Me encontré con argentinos, no en el ámbito del basquet. Éramos más de 300 argentinos en un grupo de Whatsapp y vienen llegando más. Entiendo que tiene que ver con el Mundial, pero también se están dando oportunidades laborales, hay mucha construcción, mucha apertura, hoteles, se necesita manos de obra”, explicó.
Planeta naranja
Camila siente que esta oportunidad en Qatar no es un techo, sino un paso más en una larga cadena de acciones en su vida que la vincularon con el básquetbol, desde que cuando tenía 4 años comenzó a conocer el deporte en el Club Ciudad, hoy Huracán. Hija del entrenador de básquetbol Alberto Pastrello, la influencia de la “naranja” era inevitable. “Cuando era chica mis hermanos jugaban y me harté. Pero me harté de estar detrás de ellos, yendo a los entrenamientos, a los partidos, como que todo giraba en torneo a eso y yo también quería”. Y ese fue solo el comienzo, y no sólo como jugadora. “Una vez que me metí es eso, formó parte de mi vida. Cuando surgió la posibilidad de hacer el curso de arbitraje lo hice y llegué a arbitrar acá en el masculino y femenino distintas categorías, después de abrió el curso para oficial de mesa, de reloj y lo hice. Tuve la oportunidad de disfrutar de este deporte desde distintos lugares y que a su vez me enriquecían los demás. Siempre fui autoexigente, con ganas de participar, siempre quería un poco más”.
Primero como monitora, acompañando a las categorías más pequeñas, y luego ya con los cursos aprobados de Escuela Nacional de Entrenadores de Básquetbol (Eneba), dirigiendo también Maxibasquet en Rivadavia, siempre buscó desarrollar su profesión. Junto a Yamila Labarthe, encabezó un proyecto propio en el Club Huracán que duró cinco años con resultados muy positivos, no sólo en el desafío deportivo, sino además como adolescentes siendo responsables de un grupo en cuestiones organizativas y viajes.
"Quizás económicamente a mi venía bien, pero iba a estar parada y yo había ido por basquet, así que por basquet me volví”
Compromiso decano
Este año, antes del viaje a Qatar, se encontraba trabajando en el minibásquetbol y con la categoría hasta 13 años en el Club Rivadavia. Este domingo, en Mar del Plata, la mayoría tendrá su primera experiencia competitiva iniciando la Liga Federal. Y su regreso al país tuvo mucho que ver con sentirse comprometida con ese grupo, más que con su proyecto personal en Qatar. “Yo no busqué la oportunidad (en Qatar), me apareció en un momento que yo estaba muy bien en cuento al laburo, rutina y el club, y sin embargo la tomé. Me encontré con que allá, ahora, con esto del Mundial (de fútbol), está todo desbordado. Hablaba con las jugadoras y a partir de noviembre se van del país, se van con las familias a otro lugar… como que hay miedo (al Mundial). Planean suspender las clases, las van a pasar a virtual. La realidad es que hasta enero va a estar todo parado”.
La mayoría, en su lugar, hubiese hasta pagado para quedarse en Qatar en la época mundialista. “El haberme vuelto fue mi decisión, pero cada día que pasa, y sigo en contacto con gente de allá, estoy contenta y segura que la decisión que tomé fue la correcta. Estoy contenta de volver al club, a mi lugar. Y ellas de que yo haya vuelto. Mi relación quedó espectacular y con las puertas abiertas para cuando quiera volver a Qatar. Quizás económicamente a mi venía bien (quedarse), pero iba a estar parada y yo había ido por basquet, así que por basquet me volví”.
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